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Por: Anulfo Vargas Vásquez
La estrategia política del presidente dominicano, Luis Abinader, se ha vuelto evidente en su enfoque para avanzar con la reforma constitucional mientras pospone una reforma fiscal potencialmente impopular. Consciente del desgaste político que implicaría una reestructuración tributaria en una economía aun recuperándose de los efectos de la pandemia, Abinader ha priorizado reformas que proyectan su compromiso con la democracia y la estabilidad institucional. Al priorizar la reforma constitucional, que incluye una cláusula limitando la reelección indefinida, el presidente refuerza su imagen de estadista y su reputación de “empresarial y político” capaz de tomar decisiones sin asumir altos costos políticos, especialmente aquellos que afecten de manera directa el bolsillo de la ciudadanía.
Esta maniobra ha sido descrita por varios analistas como una «jugada de capicúa», donde cada movimiento cuidadosamente calculado fortalece su capital político mientras mejora la percepción pública de su liderazgo. La reforma constitucional ofrece un mensaje de gobernabilidad e institucionalidad, proyectando una imagen de prudencia y solidez. Evitar el desgaste que supondría enfrentarse a la oposición con una reforma fiscal permite al presidente construir una narrativa que lo destaca como líder que prioriza la estabilidad, sin el impacto negativo que las decisiones fiscales controversiales suelen generar.
La Situación de Deuda Internacional y el Panorama Fiscal Actual
Sin embargo, la situación fiscal de la República Dominicana plantea una realidad compleja. El país ha incrementado significativamente su deuda externa en los últimos años. En 2023, la deuda pública dominicana alcanzó niveles alarmantes, representando más del 60% del Producto Interno Bruto (PIB), un porcentaje alto que deja en evidencia la dependencia financiera del país de organismos y acreedores internacionales para sustentar sus gastos. Los préstamos internacionales, en gran parte destinados a financiar infraestructura y compensar el déficit fiscal, han sido necesarios, pero también imponen una carga económica que el gobierno deberá abordar en algún momento.
Evitar una reforma fiscal podría aliviar tensiones a corto plazo, pero la situación de la deuda externa sigue presionando las finanzas públicas. Con un monto que supera los 50 mil millones de dólares, el servicio de la deuda representa un compromiso considerable en el presupuesto nacional, limitando el margen de maniobra del gobierno para invertir en programas sociales, infraestructura, y otras prioridades nacionales. Los pagos de esta deuda han alcanzado cifras que, en ocasiones, equivalen a la inversión pública total en sectores clave como la salud o la educación, creando un panorama que exige una respuesta estructural más allá de las reformas constitucionales.
Proyección de la República Dominicana en el Escenario Internacional
La estrategia de Abinader también contribuye a mejorar la percepción de la República Dominicana en el ámbito internacional. Al presentar una imagen de estabilidad política y compromiso con la democracia, la nación se posiciona como un destino confiable para la inversión extranjera, lo que resulta clave en momentos en que la región caribeña compite por capitales internacionales. Sin embargo, esta estrategia de proyección internacional no elimina las preocupaciones de los inversores sobre la capacidad del país para gestionar su creciente deuda pública. La postergación de una reforma fiscal podría interpretarse como una señal de prudencia política, pero también podría despertar dudas sobre la sostenibilidad financiera a largo plazo.
La deuda externa del país plantea un desafío que podría complicarse si las condiciones de los mercados internacionales se vuelven menos favorables o si los costos de los préstamos aumentan. Si bien el gobierno ha gestionado exitosamente los pagos de deuda hasta el momento, la carga acumulada limita el crecimiento de la inversión en áreas esenciales y deja en una posición delicada cualquier proyecto de expansión económica.
Perspectivas a Futuro: ¿Gobernabilidad Sostenible?
La estrategia de Abinader se presenta como un juego de equilibrio entre mantener su imagen pública y responder a las presiones fiscales que enfrenta la nación. Esta «estrategia de capicúa» permite al gobierno avanzar en temas institucionales sin enfrentar el desgaste de una reforma tributaria, una táctica que le permite mantener su base de apoyo político, al menos en el corto plazo.
La economía global enfrenta desafíos, el reto de Abinader será sostener este equilibrio y evaluar si la postergación de decisiones fiscales no afectará la estabilidad del país a largo plazo. Las demandas de una economía cada vez más dependiente del financiamiento externo requerirán, en algún momento, medidas fiscales significativas para asegurar que el país no solo proyecte estabilidad. Si no también mantener los compromisos de deudas en el sistema de préstamos internacional.
Al final, el perfil de “estadista y empresario” que Abinader ha buscado construir quedará marcado por su habilidad para enfrentar estos desafíos económicos de manera estructural. La reforma constitucional es, sin duda, un paso hacia el fortalecimiento institucional, pero la sostenibilidad económica a largo plazo será la verdadera prueba de fuego para la administración y el legado de su gobierno.