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Por: Anulfo Vargas Vásquez
NACIONES UNIDAS. – La Asamblea General de las Naciones Unidas se ha convertido en el escenario predilecto del presidente Luis Abinader para proyectar a la República Dominicana como un actor responsable y con propuestas ante los retos globales. Desde 2020, sus discursos han tenido un fuerte matiz diplomático: apelaciones al multilateralismo, reclamos de justicia financiera internacional, llamados de solidaridad frente a Haití y promesas de estabilidad democrática.
Sin embargo, ese lenguaje de la diplomacia multilateral parece muchas veces distanciado de las preocupaciones inmediatas del ciudadano dominicano. Mientras en Nueva York se habla de Objetivos de Desarrollo Sostenible, transición energética y orden económico global, en Santo Domingo y las provincias persisten problemas que golpean la cotidianidad: altos costos de la vida, inseguridad en las calles, deficiencias en el transporte y servicios públicos, así como brechas sociales aún no resueltas.
El peso del discurso diplomático
Abinader ha insistido en colocar la crisis haitiana en el centro de la agenda internacional, lo cual refleja una prioridad geopolítica. No obstante, en el plano interno, la población percibe que los foros internacionales no han logrado frenar la presión migratoria ni resolver las tensiones fronterizas. Esa distancia entre lo proclamado en la ONU y lo que siente el dominicano de a pie abre un espacio para la crítica: ¿se trata de verdaderos avances o de un ejercicio de diplomacia simbólica?
El escaparate de los logros
El mandatario suele presentar en la ONU indicadores positivos como la reducción de la pobreza monetaria, el repunte del turismo o los avances en género y alfabetización. Si bien estos logros son verificables en los informes oficiales, su exhibición en el escenario global funciona más como vitrina diplomática que como respuesta efectiva a las desigualdades persistentes en los barrios y comunidades.
La estrategia de proyección internacional
El anuncio de este año sobre el descubrimiento de Tierras Raras en territorio dominicano confirma esa apuesta por colocar al país en la conversación global, ahora en un terreno geopolítico de alto interés para las potencias tecnológicas. Sin embargo, más allá de los aplausos diplomáticos, queda la incógnita de si la República Dominicana está preparada para administrar un recurso estratégico sin repetir errores históricos de dependencia y desigualdad.
Los discursos de Abinader en la ONU reflejan una visión diplomática de país moderno, responsable y con propuestas. Pero también revelan una desconexión con la realidad concreta del pueblo dominicano, que sigue esperando soluciones más tangibles a problemas básicos de seguridad, servicios y costo de vida. La paradoja es evidente: mientras en la ONU se habla de “grandes retos de la humanidad”, en la isla se siente con más fuerza la urgencia de resolver los problemas del día a día.




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