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Por: Juan Villar
En el Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes se discute un Proyecto de Ley para gravar las remesas con un 5%. Esto es simplemente un abuso. Pagar un impuesto por el envío de remesas es una decisión leonina que afectaría a millones de personas dentro y fuera de los Estados Unidos.
La Casa Blanca y sus socios de “Hacer a América Grande de Nuevo” ejecutan un plan para criminalizar a los pobres; deportar a millones; y, hacerle la vida imposible tanto a los que se queden a vivir en Estados Unidos como a sus familiares en el extranjero. A todas luces se busca que los más débiles paguen doble por la crisis económica que vive Estados unidos; y, por el otro lado, que empeoren sus condiciones de vida e incrementen sus carencias y penurias llevándolos al desquicio o la auto deportación. Los dominicanos enviamos más de US$10 mil millones anualmente para socorrer a nuestros seres queridos. Sin esta ayuda confrontarían serias dificultades para mitigar necesidades básicas negadas por el estado dominicano como son los cuidados de salud, educación, vivienda digna y en muchos casos, hasta para poder comer. Penalizar a los que trabajamos aquí y a nuestros familiares imponiéndole un gravamen del 5% a las remesas es un golpe severo, injusto, desproporcionado e inmoral.
Esta acción está en sintonía con los recortes a servicios básicos logrados por el Movimiento de los Derechos Civiles que lideró Martin Luther King, Jr. Esta tendencia anti pobre alcanzó su punto más alto durante la administración del presidente Ronald Reagan y desde entonces -sin importar el partido en el poder, no se ha detenido. Los pobres son cada vez más pobres; mientras que el 1% de la población se hace astronómicamente rico. La cacareada eficiencia fiscal promovida por el trumpismo y su personero, Elon Musk, son un disfraz para golpear a los más pobres. Son un instrumento para reducir el gobierno central y desmantelar los precarios gastos sociales que aún existen, como el Medicaid y Medicare.
Si Estados Unidos quiere ser grande de nuevo tendrá que comenzar por examinar sus gastos militares. Son estos gastos los que aceleran el profundo déficit fiscal en que se encuentra el país. Desde el 2001 hasta la fecha, los gastos del Departamento de Defensa han aumentado considerablemente. Solo en la modernización de la capacidad nuclear del país se proyecta que apetito bélico? Históricamente, se le carga a los contribuyentes.
Si el trumpismo quiere transformar la nación en una más grande y ponderosa; entonces, que examine sus políticas intervencionistas y los costes de sus guerras. Según el Servicio Compresional de Investigación, en un estudio sobre el uso de las fuerzas armadas fuera del país en el periodo de 1798 – 2018 reveló que en los 190 años acaecidos hasta la caída del Muro de Berlín, las fuerzas militares fueron desplegadas 216 veces. Mientras que, del 1993 – 2018 han hecho uso del ejercito he intervenido en otros países 152 veces. En los últimos 25 años, ha disminuido la capacidad y vida democrática en Estados Unidos. Los presidentes, llámense Clinton, Bush, Obama, Biden o Trump han intervenido naciones e iniciado guerras sin ser avaladas por el congreso. Los halcones azules y los rojos se han vuelto más irracional y agresivo. Abusan constantemente de la autoridad otorgada por los electores y las leyes para sus políticas intervencionistas sin medir las consecuencias económicas.
Reducir los gastos de defensa es una vía para la solución. No es posible seguir siendo los guardianes del mundo. Estados Unidos tiene siete flotas surcando las aguas del mundo. Es bueno indicar que el costo asociado de mantener un portaviones más las cinco fragatas que le acompañan, un submarino y los 6,700 hombres a bordo se calcula en unos US6.5 millones diarios. Si el trumpismo quiere retornar Estados Unidos a mejores días tendrá que alejarse de las políticas que favorecen la transferencia de recursos públicos a las grandes corporaciones; en especial, las aquellas forman parte del complejo bélico industrial.
Gravar los envíos es sólo una muestra más de lo indiferentes que son los inquilinos de la Casa Blanca, una vez que llegan. No tienen respecto por el sufrimiento ajeno. Para muestra un botón, las políticas económicas implementadas por los últimos 40 años, tanto por demócratas como republicanos, privilegian al 1% de la población; mientras, los ingresos han alcanzado sus niveles más bajos para el 50% más pobre del país.