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En pleno siglo XXI, y bajo la bandera de una democracia que se autoproclama modelo para el mundo, Estados Unidos ha levantado una nueva prisión en el corazón de los Everglades de Florida: el centro de detención “Alligator Alcatraz”. Un campo improvisado, cercado por pantanos, caimanes y alambradas, donde emigrantes —muchos de ellos con estatus legal o en proceso de regularización— viven en condiciones que rozan lo inhumano.
La ironía es dolorosa: mientras se exportan discursos sobre libertad, derechos y civilización, dentro del país que los promueve se encierra a personas en carpas ardientes, sin agua potable, sin comida digna, sin atención médica, sin acceso a abogados, sin higiene ni privacidad. La llamada “solución temporal” huele a cárcel encubierta, a experimento social de control, a mensaje de miedo.
Todo esto ocurre bajo un sistema que se autodenomina democrático, pero que actúa con los reflejos de un imperio. Un sistema que persigue, aísla y castiga al débil; que despoja de derechos fundamentales a seres humanos por el solo hecho de haber nacido en otra tierra. La democracia imperial no tiene pudor en gastar más de 600 millones de dólares en levantar una cárcel improvisada, mientras sigue negando reformas migratorias humanas y justas.
¿Cuál es el crimen de estos emigrantes? ¿Haber trabajado, huido de la violencia, buscado refugio? ¿No es acaso la historia de Estados Unidos la de una nación construida por emigrantes?
Las imágenes y testimonios que salen del “Alcatraz Caimán” desnudan una verdad incómoda: en nombre de la ley, se cometen abusos que violan la dignidad humana. Y no se trata de errores aislados, sino de una política sistemática que normaliza el encierro y el maltrato como herramientas de control migratorio.
Los gobiernos cambian, los discursos se moderan o radicalizan, pero el fondo se mantiene: una maquinaria que protege fronteras más que vidas, que ve en los emigrantes una amenaza, y no una oportunidad.
Este editorial no es un llamado a la compasión, sino a la justicia. A la coherencia. A la verdadera democracia, no a su versión imperial, que predica una cosa mientras hace otra.
Hoy es Alligator Alcatraz. Ayer fue Guantánamo. ¿Mañana? Si no hay un giro ético y político, la democracia imperial seguirá devorándose a sí misma, mientras el mundo observa en silencio. !Basta Ya.