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La vida es frágil. Tan ligera como el polvo, puede esparcirse con el más leve soplo del destino. Así ocurrió este martes 8 de abril, cuando una tragedia inesperada transformó el emblemático Club Jet Set en un escenario de dolor y luto. Lo que prometía ser una velada de música y alegría al compás del merengue, con la presentación del querido artista Rubby Pérez, terminó convirtiéndose en una de las noches más tristes para el pueblo dominicano.
El Club Jet Set, símbolo de la vida nocturna y la cultura musical de Santo Domingo, se tornó en una trampa mortal para cientos de personas que acudieron con el alma dispuesta al gozo, sin imaginar que ese mismo espacio sería el último que muchos de ellos pisarían. La tragedia nos ha tocado a todos, en la isla y más allá de sus fronteras. La diáspora dominicana también se encuentra de luto. Donde hay un dominicano, hay hoy lágrimas, consternación y duelo.
En medio del desconcierto y el dolor, es imposible no preguntarnos: ¿cómo ocurrió esto? ¿Qué falló? ¿Pudo evitarse? Estas preguntas claman por respuestas, y es deber de las autoridades ofrecerlas con transparencia y responsabilidad. Pero más allá de las explicaciones técnicas y las investigaciones que deberán esclarecer los hechos, este es un momento para la empatía, la solidaridad y el respeto.
Desde este espacio, expresamos nuestro más profundo pésame a las familias que han perdido a sus seres queridos y a quienes hoy luchan por su vida en centros de salud del país. Cada pérdida es irreparable. Cada herida es compartida.
Que esta tragedia nos mueva, no solo al lamento, sino también a la acción. Que fortalezca nuestra conciencia colectiva sobre la seguridad en espacios públicos. Que despierte en nosotros el compromiso de exigir mejores condiciones, para que el arte, la música y la cultura no se conviertan jamás en escenarios de muerte.
Hoy, la patria está de luto. Pero también está llamada a la reflexión. Que no se repita. Que no se olvide.
