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Por: Anulfo Vargas Vásquez
El 11 de agosto de 1956 nació, en la ciudad atlántica de San Felipe de Puerto Plata, José Oscar Wells, hijo de Elena Wells y Fausto Martínez (conocido como “Birrunte”), oriundo del sector Ensanche Dubocq, popularmente llamado Los Callejones.

Desde temprana edad, Oscar se destacó como un joven dinámico y participativo, en una época llena de desafíos para la juventud puertoplateña. Siguiendo el ejemplo de muchos dirigentes comunitarios de su tiempo, se integró a las actividades culturales y deportivas que se desarrollaban en las instituciones barriales. Su activa participación en el Club General Gregorio Luperón dejó la huella de un dirigente comprometido, capaz de organizar eventos culturales y deportivos con entusiasmo y responsabilidad.
Durante varios años, también impartió docencia en la escuela Ángel Sixto Bonilla de la institución cultural, llevando el “pan de la enseñanza” a los niños de su comunidad.
José Oscar Wells es hermano de José Santiago Wells (Papi) e Ivelisse Hernández. Contrajo matrimonio con Mayra María, con quien procreó tres hijos: Annel, Deivis y Ashley. De una relación anterior, en unión libre con la joven Niurka Mercedes Cueva Sarita, nació su primogénita, Yojaira.
Reside en la ciudad de Nueva York desde hace más de cuatro décadas. Su llegada a la urbe neoyorquina no lo apartó de sus raíces: rápidamente promovió reuniones con sus compueblanos residentes en Brooklyn, Bronx, Long Island y Queens, para continuar apoyando al Club General Gregorio Luperón del Ensanche Dubocq. Su gestión ha permitido canalizar ayudas en forma de útiles deportivos, utensilios escolares e implementos médicos para beneficio de su barrio natal, Los Callejones.
La comunidad puertoplateña en el exterior reconoce en José Oscar Wells a un líder natural, organizador nato de actividades culturales y deportivas, así como formador de nuevas generaciones comprometidas con la unidad comunitaria. Su vida ha sido un ejemplo de amistad, liderazgo y solidaridad.
A pesar de la distancia, su compromiso con Puerto Plata sigue vigente, manteniendo una presencia activa a través de sus aportes humanitarios. La huella que dejó entre la juventud del Ensanche Dubocq continúa viva, y su labor, tanto en su tierra como en la diáspora, merece el más alto reconocimiento.