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La reciente decisión de la Alcaldía de Puerto Plata de instalar vallas de protección peatonal frente a la escuela Luisa Ortea es una medida oportuna y necesaria. Más que un simple gesto urbanístico, es un paso firme hacia la defensa de uno de los derechos más vulnerados en nuestras ciudades: el derecho del peatón a transitar con seguridad.
Durante años, los peatones —especialmente niños, personas mayores y ciudadanos que asisten a centros educativos o de salud— han sido víctimas invisibles de un sistema de tránsito desordenado, en el que los motoristas imprudentes se adueñan de las aceras, cruzan sin precaución y ponen en riesgo vidas con total impunidad.
Puerto Plata, como muchas otras ciudades del país, necesita recuperar el sentido común en sus espacios públicos. Las aceras no son pistas de motocicletas, ni los pasos peatonales son obstáculos a sortear. Por eso, la instalación de estas vallas no debe ser vista como una acción aislada, sino como el comienzo de una política urbana integral de respeto, orden y civilidad.
El respeto por la vida comienza por respetar el espacio del otro. Es hora de que las autoridades complementen estas acciones con sanciones efectivas a quienes violen las normas de tránsito y usurpen el espacio público. No se trata de castigar por castigar, sino de educar, disuadir y proteger.
Invitamos a la ciudadanía a respaldar estas iniciativas y a exigir que se extiendan a todos los lugares donde convergen niños, pacientes y poblaciones vulnerables. Una ciudad que cuida a sus peatones es una ciudad que se respeta a sí misma.
Porque el progreso no se mide solo en obras, sino en la dignidad con la que tratamos a quienes caminan nuestras calles.