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Por: Anulfo Vargas Vásquez
Élite corrupta y ladrona.” Así calificó el sacerdote José Luis Cedeño a la oligarquía dominicana durante su sermón del pasado domingo en la Parroquia Cristo Rey del Universo,
en Villa Altagracia. La indignación del clérigo surgió al referirse a la tragedia ocurrida recientemente en el club Jet Set, donde, según denuncias, el manejo de la emergencia evidenció una vez más el tráfico de influencias y la desigualdad flagrante que impera en el país.
Lo que debería haber sido un operativo de rescate centrado en salvar vidas, se convirtió —según Cedeño— en una operación marcada por privilegios. “Ya no es un secreto a voces”, afirmó, al referirse a las irregularidades y favoritismos a favor de los familiares de figuras poderosas que se encontraban en el lugar durante la noche fatídica.
A pesar del caos, el sacerdote reconoció con respeto el trabajo de los cuerpos de socorro y algunas autoridades que se entregaron “en cuerpo y alma” al rescate, sin hacer distinciones entre los cuerpos que yacían en un escenario que describió como un “campo de guerra”. Sin embargo, también denunció que en los procedimientos posteriores, como la entrega de cuerpos y las necropsias, se notó una clara manipulación en detrimento de los más desfavorecidos.
“El poder que se obtuvo tras la muerte de Cristo hoy se utiliza para aplastar al pobre”, sentenció el padre Cedeño. Una frase que resuena con fuerza en un país donde la justicia, muchas veces, parece estar al servicio del capital.
El sacerdote no se quedó en la crítica religiosa. Fue más allá, apuntando directamente al sistema judicial dominicano, al que acusó de actuar con un doble rasero. “Si hubiera sido un tiguere de barrio, si ese hecho hubiera pasado en Capotillo, no hacen el drama que tienen ahora. Hubieran hecho todo su aparataje para mostrar que ellos cuidan al pobre”, declaró, evidenciando el contraste en la atención mediática y estatal cuando las víctimas no pertenecen a la élite.
Estas palabras no son aisladas ni exageradas. Son el eco de cientos de quejas de familiares de víctimas invisibles, que sienten que este sistema podrido les ha dado la espalda. Una sociedad donde los más poderosos manipulan el curso de los acontecimientos, mientras los pobres sólo reciben promesas, discursos vacíos y una justicia desigual. El llamado es claro: la República Dominicana necesita una transformación profunda, que toque no solo a la clase política, sino también a los valores éticos de quienes tienen en sus manos el poder y la decisión.