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por Anulfo Vargas Vásquez
La política, como bien lo señalaron pensadores como Maquiavelo y Kissinger, rara vez se juega a la vista de todos. Y aunque José Ortega y Gasset dijo que “en política, lo que parece es lo que es”, también es cierto que muchas veces lo que no se ve es lo realmente decisivo. Este principio parece encajar perfectamente en la reciente confrontación pública entre Donald Trump y Elon Musk.
Ambos son figuras de poder: Trump, presidente y al regreso a la Casa Blanca; Musk, empresario multimillonario con influencia global en tecnología, comunicaciones, inteligencia artificial y defensa. La narrativa que presentan hoy a los medios parece la de una ”ruptura”: se critican, se desacreditan y toman distancia. Pero esa “guerra” bien podría ser parte de un guion estratégico.
Más que un conflicto genuino, podría tratarse de una maniobra mediática, una especie de “divorcio pactado” para salvaguardar intereses comunes y reposicionarse públicamente. Al distanciarse, cada uno puede apelar a segmentos distintos del público y del mercado, mientras se protegen mutuamente en el terreno económico y político.
Trump necesita proyectar independencia frente a las élites tecnológicas, y Musk, a su vez, requiere diferenciarse políticamente para preservar su base de inversionistas e influencia. Sin embargo, ambos podrían seguir cooperando de forma indirecta en áreas donde sus intereses convergen: control de redes sociales, defensa nacional, inteligencia artificial y regulación gubernamental.
En el supuesto “divorcio” , más que una pelea real, lo que presenciamos podría ser una sofisticada puesta en escena. En el juego del poder, muchas veces lo más importante no es lo que se dice, sino lo que se oculta. Y esta aparente ruptura entre dos de los hombres más influyentes del mundo bien podría ser un ejemplo clásico de esa verdad política.